Obed
Las vecinas decían: “¡Noemí ha tenido un hijo! Y lo llamaron Obed”. Éste fue el padre de Isaí, padre de David. Rut 4:17.
Cuando conocemos el final de la historia, parece que necesariamente tendrían que haber ocurrido de esa manera cada uno de los momentos. Así nos pasa con José, por ejemplo. Vendido como esclavo, termina siendo el segundo de Egipto. Nos encantan y fascinan los finales felices. La cuestión es que las historias, muchas veces, no son tan felices como los finales.
Quizá sea bueno recordar que esta familia, siete generaciones antes, había tenido como generadora a Tamar, una mujer que para conseguir tener su hijo se vistió y actuó como una prostituta.
Si a la historia de Tamar le agregamos la de Rut, la moabita viuda y casada en segundas nupcias, y recordamos que su pueblo era enemigo del pueblo de Dios, la situación se hace mucho más extrema y extraña.
¿Ya pensaste en los extraños extremos a los que llegó el Cielo para salvarte? Pensar en un Dios hecho hombre en un establo de Belén debería hacernos tener una perspectiva diferente de lo que valemos para él. Pensar en un Mesías que elige dormir en un bote en el medio de una tempestad, y no en un trono, debería hacernos ver que él está comprometido con tu día a día. Pensar en un Dios que elige la cruz debería hacernos tener una perspectiva diferente de lo que somos para él.
Muchas veces, juzgamos a las personas por sus antecesores, por su currículo, por sus conquistas. Si juzgar es un error, hacerlo sobre estas bases es más problemático aún. Desde esta perspectiva netamente humana, si pudiéramos elegir una familia para que recibiera al Mesías en esta tierra, calculo que esta “con una mujer como Tamar y una pagana como Rut” quedaría descalificada.
La buena noticia que Obed, abuelo de David y antecesor de Cristo, nos da es que Dios no se preocupa por tu historia, él se preocupa “únicamente” por tu futuro.
Cuando tu pasado no es tu mejor credencial, recuerda que Dios te ofrece un futuro glorioso. No le importa tu origen. No le importan tus errores pasados. Todo eso queda de lado en su corazón, cuando te entregas a él. En sus manos eres una nueva criatura, con un enorme y limpio futuro que se extiende abierto y acogedor, como el de un niño recién nacido en la pequeña ciudad de Belén.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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